El pensamiento de Descartes: La duda metódica y la búsqueda de la certeza

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  • Una idea es clara, cuando es presente y manifiesta a la atención. Si aceptamos como verdadero solo aquello que está claramente representado, nunca nos equivocaremos. Distinta es la idea de que mi consciencia también a grandes rasgos está definida, no mezclada con otras.
  • Además, tenemos que pensar con el término "atención" (y con la frase "Pienso, luego existo"), porque ahora con él nos referimos a la experiencia mediante la cual tenemos un conocimiento conceptual e intelectual de la realidad. Sin embargo, Descartes es más general y lo hace sinónimo de cualquier acto o experiencia o contenido mental o anímico. Todo acto mental tiene la propiedad de que es certero, ninguno de ellos puede ser falso, por lo que sería tan válido decir "recuerdo, luego existo", "imagino, luego existo", "quiero, luego existo", "padezco, luego existo", que "pienso, luego existo".

Criterio de verdad

El cogito se convierte en un criterio de verdad en la medida en que en la frase "pienso, luego existo" no hay nada que garantice su verdad, salvo que se hace evidente que el pensamiento es necesario para afirmar que se existe. De esta forma, podemos extraer la regla general de que "son verdaderas todas las cosas que concebimos clara y distintamente".

Dios garante del criterio de verdad

De todas formas, este "criterio de verdad" no tiene total garantía hasta que no se demuestre la existencia de Dios y su bondad. Hasta ahora, nuestro autor solo ha demostrado la existencia del sujeto pensante, pero no de las cosas, ni de Dios. Esto es lo que se propone a continuación. La veracidad divina garantiza que no me equivoco al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que concibo clara y distintamente.

La demostración de la existencia de Dios

Si yo, como dudo (lo sé), soy imperfecto, y tengo la idea de perfección, esta no puede proceder de mí, porque de lo imperfecto no puede venir lo perfecto, sino de un ser perfecto que está fuera de mí, que no soy yo. Este ser perfecto que ha implantado en mí la idea de perfección es Dios, porque las ideas que tengo de otras cosas fuera de mí (cielo, luz,...) que de momento son solo pensamientos, que aún no se ha comprobado que existan, no son más perfectas que yo. Queda así demostrada la existencia de Dios, y además se llega a él a partir del sujeto.
De las tres pruebas de la existencia de Dios, la más conocida de Descartes es el argumento ontológico que se basa en la demostración de la existencia de Dios a partir de la idea de Dios como un ser absolutamente perfecto. En esencia, este argumento sostiene que pensar en Dios es casi lo mismo que pensar que ya en la idea de Dios está determinada su existencia, del mismo modo que en la idea de triángulo está la de que la suma de sus tres ángulos internos es igual a dos rectos.

Demostración de la existencia de la sustancia extensa

Una vez que tenemos un criterio, y que este está garantizado por Dios, lo que significa que la sustancia infinita garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad si se aplica correctamente el método racional, el filósofo francés puede abordar la existencia de las realidades corporales. Es indudable que yo tengo en mí ideas sobre realidades exteriores a mi mente. Es improbable que mi pensamiento sea la causa de ellas, ni que Dios me quiera engañar poniendo en mi mente ideas como esas. Por lo tanto, tienen que existir realidades materiales o extramentales que sean causa de esas ideas. Ahora bien, el criterio de la claridad y la distinción no me garantiza nada más que las propiedades objetivas de los cuerpos como la extensión, el movimiento, la forma, el lugar, la duración o el número, pero no las cualidades secundarias o subjetivas como el sabor, el olor o la temperatura.

Estructura de la realidad: las tres sustancias

Para Descartes, existen tantas sustancias como ideas claras y distintas puede representar su mente. Así, la sustancia es el sujeto inmediato de un atributo a partir del cual nos formamos una idea verdadera. Existen, pues, tres sustancias: Dios o la sustancia infinita o divina, la sustancia pensante (res cogitans) y la sustancia extensa (res extensa). Ahora bien, lo que nosotros percibimos no es la sustancia como tal, sino las propiedades de las sustancias. Un atributo es aquello por lo que una sustancia se distingue de otra y se piensa por sí misma. Los atributos, dependen de la sustancia y son invariables. El atributo esencial es la naturaleza de una sustancia. Cada sustancia tiene un atributo esencial: pensamiento (res cogitans) perfección (Dios), extensión (res extensa). Los atributos esenciales se identifican con la sustancia.

El pensamiento cartesiano está incluido en el contexto mecanicista: la admisión solo de la cantidad, el número, el movimiento local. Excluye cualquier otra fuerza distinta de la mecánica, es decir, la que produce movimiento y niega las finalidades. El mecanicismo de Descartes se aplica a la vida de las plantas y de los animales, que considera como puros autómatas sin consciencia; a ello es conducido por la separación estricta entre res cogitans y res extensa. Así, en el caso del hombre, no tiene en cuenta la unión sustancial, porque las propiedades de las dos sustancias que lo componen son distintas entre sí. El hombre es un compuesto de dos sustancias incompletas, pero completas juntas. En definitiva, se trata de dos sustancias separadas, el cuerpo no es más que una máquina unida al espíritu, o, mejor, la relación entre espíritu y cuerpo es semejante a la que existe entre el piloto y el barco.

Ideas y clases de ideas

Por último, queremos dedicar unas líneas a la concepción cartesiana de idea, muy distinta a la platónica. Para el filósofo ateniense las ideas eran entidades subsistentes y existentes en un mundo ideal superior al físico y al mental. Para Descartes, las ideas son representaciones (contenidos) mentales y pueden ser de tres tipos:

  • Innatas: aquellas que no suponen experiencia previa ni contacto con el mundo. Han sido implantadas en nuestra mente por Dios. Entre ellas se encuentran, además de la idea de infinito o Dios, la idea de sustancia, el conocimiento de los conceptos matemáticos y de los principios lógicos generales y, por supuesto, nuestro conocimiento de las leyes de la física. De alguna manera, nacemos con una lógica básica que nos permite aprender y conocer el mundo y a Dios.
  • Facticias: estas ideas son invenciones de la mente. El espíritu las construye a partir de otras ideas. Un ejemplo sería el mitológico Pegaso.
  • Adventicias: son las ideas más o menos fieles copias de la realidad que se graban en mi mente (sensaciones, imágenes y conceptos) que he obtenido a través de la percepción del mundo.

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